El futbolista rival que entró a la cancha y comenzó a abrazar a sus rivales
Durante un partido profesional de argentina, un futbolista ingresó al campo de juego con una emoción tal que se largó en llanto y comenzó a abrazar a su rival, que era su oponente momentáneo pero ídolo de toda la vida.
Las copas locales de cada nación entregan historias pocas veces vistas y ello fue lo que ocurrió en la Copa de Argentina donde el humilde elenco de Atlas se midió con el poderoso River Plate. Uno de los futbolistas que integra el plantel de la Primera D de Argentina (Sexta división) había estado retirado hacía un año pero retornó para jugar contra el club de sus amores, Wilson Severino. El 3 a 0 que obtuvo River quedará en el recuerdo en comparación con la emoción que se vivió en el final del partido.
Fue de tal relevancia el partido que el máximo goleador de la historia de Atlas, que había abandonado el fútbol en 2016, decidió entrenarse una semana para cumplir su sueño de jugar contra el club de sus amores, River. El sueño se le cumplió a Severino en el minuto 40 de partido. El histórico goleador del humilde club no pudo contener las lágrimas cuando su entrenador lo llamó para ingresar. Con 37 años, el atacante se abrazó con su DT y entró en el partido. La primera reacción que tuvo dentro del campo no fue una jugada de gol ni un pase milimétrico, fue directo a abrazar a un rival, a Leonardo Ponzio ya que él es fanático de River.
En declaraciones posteriores al encuentro manifestó: “Estoy feliz. Esto es para la gente del barrio y del laburo. Para mi familia“. Y añadió: “Para los que día a día la pelean“. El cordobés se quebró durante los pocos minutos que jugó y no pudo contener las lágrimas ni siquiera una vez terminado el partido. “Se me vino la niñez encima, la calle y como jugaba a los 5 años” resumió más calmado en el vestuario.
Desde que el sorteo del certamen en Argentina indicó que Atlas se mediría ante River, que los jugadores están planeando dicho partido. Para ellos no es y no fue un partido más, sino que fue el más importante de toda su vida, un partido soñado que quedó demostrado en las lágrimas de Severino.